Vuelta a la tradición

Si quieres perderte en un mundo más sencillo y tradicional, date una vuelta por un mercado. No me refiero a esas superficies modernas que llamamos supermercados, sino a los tradicionales que hay en cada barrio, en cada ciudad

Notas que te estás acercando a varias calles de allí. Las señoras vienen y van cargadas con bolsas y carros. Y sabes que vienen del supermercado, porque la mayoría de esas bolsas son blancas (o verdes, lo que quiero decir es que no llevan rótulo). Para qué vamos a negarlo, el mercado es el lugar de compras de preferencia de ese sector de nuestra sociedad.

Una vez que entramos es nuestro olfato el que nos indica dónde estamos. Según la zona por la que pasees te abordará un olor diferente: pescado, encurtidos, productos de limpieza... Sí, en un mercado venden de todo. Pero vayamos a la zona de comestibles, que es la que más juego da.

Cuando paseas por los puestos, los productos los tienen expuestos de tal manera que llaman tu atención. Los más frescos y sanos son los que ponen más a la vista, pues esa es su publicidad. Los vendedores te llaman, te atraen con piropos y cantándote los precios. La competencia hará exactamente lo mismo. Lo que entra en juego es la calidad de los productos expuestos, la cantidad de gente que haya en el puesto en cuestión y su precio. Es sana competencia la que vemos.

Paremos en un puesto de pescado, por ejemplo. Te atrae el precio que cantan, y la gente acude allí como moscas a la miel, por lo que el producto será bueno. Te atiende una vendedora simpática con un simple: "¿Qué te pongo, niña? Hoy tengo unos boquerones fresquísimos". Y por supuesto que acabarás comprando los boquerones, pues te los venderá de una manera que te recompondrá el menú familiar ella sola.

Y ya sales con tus bolsas cargadas, tus boquerones frescos, y con una sonrisa en la cara. Hay veces que te apetece adentrarte en ese mundo. Si no existieran estos mercados, ¿adonde acudiríamos para regatear y ver la sana competencia?

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