lunes, 7 de mayo de 2012

Llueve en la ciudad


Caminaba por una calle larga y estrecha. La lluvia caía sobre mí. La gente a mi alrededor corría a refugiarse, pero a mí no me molestaba en absoluto. Siempre me ha gustado la lluvia, no se iba a convertir en un inconveniente de la noche a la mañana. Así que seguía caminando, tranquila y empapada.

Llegué hasta el coche aparcado más abajo. Reluce bajo el agua como nunca había relucido, brillante bajo el tenue resplandor del cielo gris. Comienza a apretar la lluvia mientras introduzco la llave en el coche. Es viejo y tiene goteras, y al abrirlo me recibe con el aroma de la humedad, pero yo estoy tan empapada que tampoco eso me importa.

Llovía, y seguía lloviendo. Las gotitas caían con una alegre melodía en los cristales del coche, el suave repiqueteo me reconforta y me hace sonreír. Frente a mí, los charcos grises pueblan el suelo, como nubes de agua sobre la carretera. Los coches salpican, las motos salpican, los niños salpican, y las gotas también salpican mientras paso con cuidado.

Arrecia ahora, cayendo el agua con todas sus fuerzas. Los limpiaparabrisas no dan abasto en su monótono ir y venir, tic-tac, tic-tac, tic-tac. Su sonido, rápido, y su movimiento, hipnotizador, me recuerda al péndulo del reloj viejo del abuelo: exacto y preciso, perezoso pero que nunca decae.

Paro en un semáforo. Por el camino pasan una mujer con un cochecito y la capota transparente echada, y el pequeñín coloca su manita en el plástico, admirado por la forma de las gotitas sobre él; pasa un chico con la mochila a cuestas, con la mirada perdida en el suelo encharcado y lleno de barro, observando, tal vez, su reflejo en ellos; pasa un hombre con un traje oscuro y un paraguas de colores, lo único alegre que tiene.

Y me alegro de que esté lloviendo. Los chaparrones sacan una nueva imagen de la ciudad, la limpian y hacen que salgan los colores que se oponen al gris del cielo. Y pienso que ojalá hubiera una lluvia que nos limpie por dentro, nos haga brillar y notar el tic-tac en nuestro pecho, y que haga aparecer el color que hay dentro de nosotros. Se vería una nueva perspectiva de nosotros, y éste sería un mundo más mágico.

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