jueves, 31 de enero de 2013

Pies fríos


Me gusta el invierno. En una ciudad como Málaga, en la que solemos pasar mucho calor, es una bendición, al menos para mi. Bueno, matizo. En invierno hay días buenos en los que si te pones chaqueta te asas de calor. Pero yo me refiero a esos días en que hace frío de verdad, en la que no te estorba todo en cuanto das dos pasos por la calle.

Esos días parecen perfectos. Sacas al fin la ropa de abrigo del armario, te pones el chaquetón más gordo que tienes, la bufanda, el gorro, los guantes... Y te hace mucha ilusión, porque no es algo que suelas hacer, la gran mayoría de los días te convertirías en un pollo asado si te pones todo eso. Pero este día no. Y lo disfrutas como un enano. 

Sin embargo, no todo es perfecto. Hay un pequeño problema. Yo suelo tener siempre los pies fríos. Da igual si es un día templado y si no tengo frío, mis dedos pueden llegar a ser témpanos de hielo. Tal es la temperatura que pillan que soy capaz de enfriar completamente el calcetín sin que mis dedos hayan cogido ni un solo grado más de los que tenían. Como podrás entender, para una amante del frío es un problema grave. Si tengo los dedos helados en Málaga, ¿qué ocurrirá si me voy al norte o a la montaña?

Puede que ahora mismo te estés riendo, pensando en mil soluciones para mis pies. Pero no es tan fácil. Si me pongo otro calcetín encima se enfría igual de rápido que el calcetín de abajo; si me echo una manta sobre las piernas y hago un paquetito especial para mis pies, enseguida notarás que la manta también se pone fría sin que mis dedos se calienten; si me pego a una estufa me da calor en el resto del cuerpo mientras mis pies se ríen de mi; y si los meto en agua calentita, mientras los saco del agua, los seco y me pongo los calcetines ya se han enfriado de nuevo. 

¿Y qué queda cuando ya no queda nada? Pues la inventiva, querido lector. He decidido desenroscarme los pies, meterlos en la nevera y desenchufarla, que seguro que se mantienen mejor los congelados y se ahorra energía. El inconveniente: que con los pies desenroscados no puedo ir a ningún sitio. Pero no hay mal que por bien no venga, oiga. Así encuentro más tiempo para escribir.

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